La sunamita
Una de las historias mas hermosa, emotiva
y ejemplar de lo que es una mujer virtuosa,
es la de la mujer sunamita. En ella encontraremos
elementosesenciales debe poseer una
una mujer sabia.
a- Temerosa de Dios
b- Respetuosa de su marido
c- Astuta
d- Confiada y llena de fé.
Como mujer he podido analizar como con amor
y respeto podemos manejar a nuestros marido,
la sunamita le pidio al marido que hiciera una
habitacion para el profeta y se nota la armonia
y confianza que habia entre ellos, que el acepto.
No necesitamos ser autoritarias e irrespetuosa
para lograr lo que queremos, todo puede lograrse
con delicadeza y dulzura y la sunamita es
un ejemplo de esto.
A continuacion la historia de esta
admirable mujer.
y ejemplar de lo que es una mujer virtuosa,
es la de la mujer sunamita. En ella encontraremos
elementosesenciales debe poseer una
una mujer sabia.
a- Temerosa de Dios
b- Respetuosa de su marido
c- Astuta
d- Confiada y llena de fé.
Como mujer he podido analizar como con amor
y respeto podemos manejar a nuestros marido,
la sunamita le pidio al marido que hiciera una
habitacion para el profeta y se nota la armonia
y confianza que habia entre ellos, que el acepto.
No necesitamos ser autoritarias e irrespetuosa
para lograr lo que queremos, todo puede lograrse
con delicadeza y dulzura y la sunamita es
un ejemplo de esto.
A continuacion la historia de esta
admirable mujer.
"Aconteció también que un día pasaba Eliseo por
Sunem, y había allí una mujer importante que le
invitaba insistentemente a que comiese"
(2 Reyes 4:8).
Las diez tribus no habían retenido el servicio de los
sacerdotes y los levitas. Por esta razón las personas
temerosas de Dios tenían en gran estimación a los
profetas, y por la misma razón los profetas de Israel
fueron más importantes que los de Judá. En Judá no
aparecieron personalidades del calibre de Elías y Eliseo.
No es de extrañar que los israelitas piadosos les
tuvieran gran afecto.
Esta mujer de Sunem nos da un ejemplo «Eliseo pasaba por
Sunem en sus viajes periódicos desde el Carmelo, donde
vivía, a Jezreel la capital. Al principio, hacía estos viajes en
un solo día. Pero al ir avanzando en años se cansaba
demasiado. Una mujer de Sunem le invitó a quedarse en
su casa. Esto se transformó en una costumbre.
Esta mujer se había casado con un hombre de más edad
que ella. Esta diferencia de edad debía ser notable, pues
vemos que en una conversación de Eliseo con su criado
Giezi, éste le hizo notar al profeta: «He aquí que ella no
tiene hijo, y su marido es viejo.» No tenemos la menor
idea de los motivos por los cuales esta mujer estaba
casada con un hombre mucho mayor que ella.
Es posible pensar que fue por conveniencias familiares,
o quizá cuando se casaron, ella muy joven, y él un
hombre maduro y en el vigor de la vida le ofreciera más
confianza y seguridad que un partido más joven, con
menos experiencia en la vida. Quizá viera en él un ideal de
protección paterna. Todo esto son suposiciones.
Es notable, por otro lado que le pusiera también
mucho afecto a Eliseo, para entonces, ya
prácticamente un anciano.
Era una mujer independiente, temerosa de Dios
y respetuosa con las personas de edad. Capaz de hacer
planes y con mucha disposición: ella le dice al marido
que tienen que hacer un aposento para Eliseo, cómo
deben amueblarlo y no sólo convence al marido de
que lo haga, sino que atrae a Eliseo a aceptar su
hospitalidad.
Eliseo quiere corresponder a su afecto y le pregunta
a través de Giezi si ella quería que él hiciera algo en favor
suyo, hablar al rey o a un general del ejército. La sunamita
le contesta que era una mujer del pueblo y que no
necesitaba favor ninguno.
El incidente de la muerte del hijo es muy conocido.
Habiendo salido al campo con su padre el niño sufrió un
ataque de insolación. Llevado a la casa murió a las pocas
horas sentado sobre las rodillas de su madre. La sunamita
entonces va en busca de Eliseo y se echa a sus pies,
asiéndose de ellos. Luego le dijo: «¿Pedí yo hijo a mi señor?
¿No dije yo que no te burlases de mí?»
Es evidente que la intención de la madre estaba
alimentada por su fe en el que el Dios de Eliseo
podía devolverle al hijo, tal como se lo había dado,
cuando ella ya ni soñaba tenerlo. Eliseo,después
de un intento fallido del criado para reavivarlo,
vuelve a la casa y le devuelve la vida.
«Toma tu hijo», le dice simplemente a la sunamita.
Al restaurarle a su hijo, Dios confirmó la sinceridad
y validez de su maravillosa fe.
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